jueves, 4 de junio de 2009

Sueño de una corista de Luismi que llegó tarde para el hit

Hay momentos mínimos que hacen la diferencia y pueden convertir un día sin muchas emociones en uno que la termina genial, como debería ser. La música en un lugar inesperado, en un colectivo o en un tren mientras vuelvo a casa, es lo que más me motiva a sonreír. Luis Miguel a todo lo que da un stereo es lo que provoca mis risas interiores más poderosas. Las ganas de ser una corista de Luismi era el deseo menos escondido que tenía mientras viajaba en el 395, hace menos de un mes.

El colectivero: un hombre de mediana edad, con mucho gel en el pelo y absolutamente ninguna vergüenza de escuchar al cantante latino más "noventoso" de la historia.
Yo: una chica que no paraba de mover los hombros de un lado al otro, como si estuviera remando una canoa, y que cada tanto se le escapaba de los labios unos versos de "Culpable o no".

El colectivo se adecuaba a la personalidad de su amo a la perfección: luces violetas rodeando el parabrisas, espejos con detalles tallados y una bola de boliche bamboleante.

Sólo compartí con él dos canciones. Moría por explotar cantando el famoso estribillo "Suave, como me mata tu mirada, suave, es el perfume de tu piel". Pero lo que es la represión interna. Sé que todos en ese colectivo pensaban lo mismo.

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