El viento hacía remolinos de polvo en el patio del Instituto Nuestra Señora de Lourdes, en Ituzaingó. Los afiches coloridos, hechos por los chicos de la primaria, decoraban la entrada con información sobre la gripe A: “La primera pandemia del siglo XXI”, era el título de una de las cartulinas que flameaba suavemente por la corriente de aire que provenía de afuera.
El escenario estaba casi completo. Los personajes típicos de una elección tenían su lugar: los distraídos que buscaban su tradicional mesa de votación sin saber que los padrones sufrieron modificaciones; gente de seguridad que ayudaba a señoras coquetas, las más acérrimas enemigas del uso de anteojos, a buscarse en las listas de la entrada del establecimiento, y la charla tranquila entre fiscales, mediada por una taza de café. Sin embargo, era temprano en la mañana y el intendente, que tenía que ir a votar a la escuela, Alberto Descalzo, no había llegado.
Las elecciones en los colegios de Ituzaingó se desarrollaron con mucha tranquilidad salvo por el retraso del correo en la entrega de urnas. Algunas escuelas abrieron sus puertas a las 8.30, en medio de la queja de los votantes mañaneros.
Paradójicamente los protagonistas del acto electoral fueron los barbijos y el alcohol en gel: “Hay que prevenir, se viene una difícil”, decía una señora. Las autoridades de mesa eran sólo reconocidas por sus reglas y el tono imperativo de: “Quién sigue…”. Los barbijos tapaban sus caras y las “voligomas” se repetían en cada mesa. “Desde el gobierno nos mandaron expresas directivas de cómo prevenir, tratamos en lo posible de poder cumplirlas. Todos los elementos los proveyó el Ministerio del Interior”, afirmó José, uno de los responsables de la organización.
Entre los votantes, el uso de barbijos también fue muy extendido aunque algunos usaban sus bufandas como escudo al virus, y otros simplemente no llevaron nada. Para la indignación de un soldado, que señalaba las mesas de votación, hubo algunos padres que llevaron a sus hijos pequeños, que todavía no salían de sus cochecitos, sin ninguna protección. “Están todos locos”, murmuraba mientras giraba frenéticamente la cabeza. La incredulidad le brotaba por los ojos, aunque tampoco se le veía el resto de la cara, tenía barbijo: “Yo me lo compré”, aseguraba.
Cerca del mediodía apareció el intendente Descalzo junto al Presidente de la Cámara de Diputados bonaerense, Horacio González. Ambos eran candidatos testimoniales en la lista de concejales del municipio de Ituzaingó. “Estamos muy optimistas”, afirmó Descalzo mientras caminaba hacia su mesa de votación. El hombre que hace 14 años se desempeña como intendente y es considerado uno de los “barones del conurbano”, dejó de lado las tensiones en la campaña electoral a nivel provincial y subrayó: “Ya está, ahora hay que esperar el voto de la gente”.
Los resultados fueron a su favor: el 30,82 por ciento de los votantes de Ituzaingó eligió a Alberto Descalzo a pesar de que su puesto en el Concejo Deliberante lo ocupará el tercer candidato en la lista: su esposa, Marta Pérez. El candidato Néstor Kirchner no tuvo la misma suerte, la Unión- Pro fue la ganadora en la ciudad bonaerense. Las estrategias políticas no funcionaron como se esperaba pero de eso no tiene culpa el chancho.
El escenario estaba casi completo. Los personajes típicos de una elección tenían su lugar: los distraídos que buscaban su tradicional mesa de votación sin saber que los padrones sufrieron modificaciones; gente de seguridad que ayudaba a señoras coquetas, las más acérrimas enemigas del uso de anteojos, a buscarse en las listas de la entrada del establecimiento, y la charla tranquila entre fiscales, mediada por una taza de café. Sin embargo, era temprano en la mañana y el intendente, que tenía que ir a votar a la escuela, Alberto Descalzo, no había llegado.
Las elecciones en los colegios de Ituzaingó se desarrollaron con mucha tranquilidad salvo por el retraso del correo en la entrega de urnas. Algunas escuelas abrieron sus puertas a las 8.30, en medio de la queja de los votantes mañaneros.
Paradójicamente los protagonistas del acto electoral fueron los barbijos y el alcohol en gel: “Hay que prevenir, se viene una difícil”, decía una señora. Las autoridades de mesa eran sólo reconocidas por sus reglas y el tono imperativo de: “Quién sigue…”. Los barbijos tapaban sus caras y las “voligomas” se repetían en cada mesa. “Desde el gobierno nos mandaron expresas directivas de cómo prevenir, tratamos en lo posible de poder cumplirlas. Todos los elementos los proveyó el Ministerio del Interior”, afirmó José, uno de los responsables de la organización.
Entre los votantes, el uso de barbijos también fue muy extendido aunque algunos usaban sus bufandas como escudo al virus, y otros simplemente no llevaron nada. Para la indignación de un soldado, que señalaba las mesas de votación, hubo algunos padres que llevaron a sus hijos pequeños, que todavía no salían de sus cochecitos, sin ninguna protección. “Están todos locos”, murmuraba mientras giraba frenéticamente la cabeza. La incredulidad le brotaba por los ojos, aunque tampoco se le veía el resto de la cara, tenía barbijo: “Yo me lo compré”, aseguraba.
Cerca del mediodía apareció el intendente Descalzo junto al Presidente de la Cámara de Diputados bonaerense, Horacio González. Ambos eran candidatos testimoniales en la lista de concejales del municipio de Ituzaingó. “Estamos muy optimistas”, afirmó Descalzo mientras caminaba hacia su mesa de votación. El hombre que hace 14 años se desempeña como intendente y es considerado uno de los “barones del conurbano”, dejó de lado las tensiones en la campaña electoral a nivel provincial y subrayó: “Ya está, ahora hay que esperar el voto de la gente”.
Los resultados fueron a su favor: el 30,82 por ciento de los votantes de Ituzaingó eligió a Alberto Descalzo a pesar de que su puesto en el Concejo Deliberante lo ocupará el tercer candidato en la lista: su esposa, Marta Pérez. El candidato Néstor Kirchner no tuvo la misma suerte, la Unión- Pro fue la ganadora en la ciudad bonaerense. Las estrategias políticas no funcionaron como se esperaba pero de eso no tiene culpa el chancho.
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