viernes, 7 de enero de 2011

Mi primer Orsai




"Huele como el manual de primer grado, ese que tenía la mitad de un kiwi en la tapa", pensé. Era lo que esperaba desde que pasaba mis días en el jardín. Sí, siempre fui media ñoña y soñaba con empezar la primaria. Aunque no lo crean, tengo una memoria importante sobre esos años, también una idealización que podría llegar a ser patológica.

Lo cierto es que mientras hojeaba la Orsai en el subte, sentía volver a esos primeros momentos en donde aprendía a leer y a escribir. Excepto que esta vez no está el Mono Coco (si no era ese su nombre nadie nota la diferencia, ¿no?) para enseñarme, letra por letra, el abecedario sino notas que tratan o son escritas por gente muy extraña. Ese tipo de gente que merece admiración, la típica frase "Cuando sea grande quiero ser como..." o el simple y más efectivo: "Que hijo/a de puta!".

No es una revista, creo que es un acontecimiento. Lo supe desde el momento en el que la "embarazadísima" señora esposa de Tonga, mi distribuidor, me saludó con un beso en la mejilla y me dejó caminar por el pasillo que separa su departamento del ascensor obnubilada por 200 páginas de Orsai.
¿Hace falta que diga "¡Cómo espero el segundo número!"?