La nueva modalidad es "mimetizarlas" con el ambiente
Antenas de celulares: la amenaza latente
En distintas partes de la ciudad de Buenos Aires y del mundo crece la preocupación por las radiaciones que producen las antenas. Desde la Organización Mundial de la Salud piden regulaciones de los países para que no se instalen cerca de escuelas y las empresas aseguran que son inofensivas.
Antenas de celulares: la amenaza latente
En distintas partes de la ciudad de Buenos Aires y del mundo crece la preocupación por las radiaciones que producen las antenas. Desde la Organización Mundial de la Salud piden regulaciones de los países para que no se instalen cerca de escuelas y las empresas aseguran que son inofensivas.
Una máxima afirma: “Si se desmantelaran todas las antenas de celulares clandestinas prácticamente todos los usuarios se quedarían incomunicados”. Viviana, una arquitecta y vecina de San Antonio de Padua, no se atreve a desmentirlo. Hace casi tres años Nextel construyó una antena -que ni siquiera estaba habilitada por el municipio- frente a su hogar y, aunque parezca mentira, estaba camuflada de palmera. Luego de numerosas movilizaciones, los vecinos lograron desmantelarla completamente. Hace un mes que sólo queda una huella en la tierra en el lugar en donde se instaló.
Aparentemente el camuflaje es una de las medidas que toman las empresas de telefonía celular para que pasen más desapercibidas. Hay de todas formas y colores: chimeneas, pinos, piedras, cruces, cactus y muchos más. Según un relevamiento, en Estados Unidos se construyeron entre 20 mil a 50 mil disfraces. Las empresas aseguran que es para disminuir el impacto ambiental, pero muchos se preguntan si no es para ocultar la posible peligrosidad de las radiaciones no ionizantes que producen las antenas.
Celulares: entre el fetiche y la contaminación
Si existe algún elemento fetiche de la modernidad, ese es el celular. Es muy frecuente escuchar decir a alguien, casi perplejo, que no puede creer cómo hace tan pocos años atrás vivía sin uno de esos aparatitos que sacan fotos, reproducen música, videos, se conectan a internet y organizan la vida de sus dueños olvidadizos.
La Argentina es prueba de este fenómeno: entre 2001- 2002, pese a la grave crisis económica, invadieron de manera tal que, hoy en día, cuatro de cinco argentinos tienen celular. En 2005 se llegaron a vender un millón de líneas nuevas por mes y, ese mismo año, ya superaban las 18 millones de líneas en todo el país.
Sin embargo, no todo significa avances comunicacionales y mejores tecnologías, la preocupación que reina en voz baja, pero que se hace escuchar, es la de cada vez más vecinos que de un día para otro pueden encontrar en la terraza de su edificio, o a metros de sus casas, una antena gigantesca que emite radiaciones que, según algunos expertos, podrían causar desde dificultades en el sueño hasta cáncer.
La Organización Mundial de la Salud se sugiere a los países una regulación para disminuir la contaminación electromagnética que generan, y mucha atención en los lugares en donde son instaladas. No pueden estar cerca de escuelas, geriátricos o en predios muy cercanos a casas ya que este tipo de contaminación, imperceptible a simple vista, afecta en mayor grado a los niños y ancianos debido a que por sus contexturas físicas absorben cien veces más energía.
Jorge Cohen, prensa de la Comisión Nacional de Comunicaciones (CNC), aseguró que desde el organismo “se han efectuado mediciones sobre 650 antenas de telefonía celular en todo el país y ninguna superó los niveles máximos permitidos por el Ministerio de Salud”. Siguiendo la misma postura, Federico Quintero, representante de Nextel, dijo: “está comprobada la inocuidad de las radiaciones no ionizantes, no tienen suficiente potencia para afectar la materia”.
Pese a todo, el temor y la preocupación de los vecinos no sería en vano ya que en un tema en el que las certezas no abundan lo único que se puede hacer es prevenir.
El día que plantaron la palmera de cemento
“Vinieron con un camión que transportaba una especie de caño, que iba a ser el tronco, al que le pusieron unas hojas de plástico para simular una palmera”, cuenta Roberto, un vecino legendario del barrio cercano al Ituzaingó Golf Club en San Antonio de Padua, sobre el día en que Nextel comenzó a construir una antena para aumentar la señal de sus usuarios.
Su tono trae reminiscencias de esa mañana de diciembre entre Navidad y Año Nuevo de 2007 en la que los vecinos se despertaron curiosos de esa nueva construcción. Pronto descubrieron de lo que se trataba y los posibles males para la salud. “Empezamos a hacer protestas en la puerta del golf porque habían alquilado el espacio por mucha plata y en la zona hay escuelas y geriátricos”, comenta mientras saluda con un gesto amable a otro vecino.
La “palmeantena” de Padua tenía todas las características de la clandestinidad. El municipio de Merlo fue el primero en clausurarla, luego del pedido de 1500 vecinos que firmaron una carta con ese reclamo. Viviana fue una de las vecinas que más impulsó la movilización de todo el barrio. La tendencia mundial a las “mimetizaciones” de las antenas, como calificó Federico Quintero -de la empresa Nextel- a la grosera construcción, había elegido instalarse a menos de 100 metros de la puerta de su casa. Luego de años de protestas, hace un mes la desmantelaron definitivamente. Sin embargo, denuncian otra antena ubicada en la terraza de los edificios más importantes de la zona.
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