domingo, 20 de diciembre de 2009

El estallido

Las vacaciones recién comenzaron y ya sueño con séptimo grado. “El 2002 va a ser difícil pero creo que me voy a divertir”, escribo en un cuaderno con la letra cursiva más linda que tengo. Hace mucho calor, por eso me levanté temprano.

- ¿Te enteraste de lo que pasó?- pregunta mi tía.

- No, ¿qué?- digo con un tono medio adormilado.

Prendo la televisión algo confusa, es el mediodía del 20 de di
ciembre del 2001, y la cara de De la Rúa ocupa toda la pantalla. Después, gente en las escalinatas de la catedral de Buenos Aires muestra sus heridas de bala de goma y otros gritan “Que se vayan todos”, montados al caballo de bronce de Belgrano, situado frente a la Casa de Gobierno. Lo primero que atino a hacer es prender la videograbadora.

- Es lo que papá me diría que haga- piens
o y pulso “Rec”.

Dos años antes, el 24 de octubre de 1999, ponía una línea de puntos que iba a ser completado con el nombre del nuevo presidente. Escribía una carta a mi abuela, eran las primeras elecciones que vivía con entusiasmo. “Espero que haga algo”, era la frase que seg
uía la línea de puntos que, llegada la tarde, se llenó con un “Fernando De la Rúa”. Tenía nueve años y sabía que (Carlos) Menem era malo, era chiquita todavía porque coloreaba las mayúsculas. Ahora tengo 12, recién cumplidos, y llamo a mi mamá que trabaja en el microcentro, a dos cuadras de la Casa Rosada. Tengo miedo. Miro el televisor mientras sostengo el teléfono que llama a su trabajo. La policía montada reprime a los manifestantes y los camiones hidrantes circulan por los alrededores de Plaza de Mayo. No me contesta.

El “corralito financiero” fue lo que hizo que la gente explotara con sus cacerolas en la calle. A principios del mes de diciembre el ministro de Economía, Domingo Cavallo, el padre de la bestia llamada convertibilidad, anunció que no se podía extraer más de 250 pesos (o dólares) en efectivo de los bancos, para frenar la fuga de capitales hacia el exterior. Esa
misma noche salimos -mamá, papá y yo- a recorrer los cajeros automáticos para sacar los sueldos. No éramos los únicos. El pánico se mostraba en las largas filas y la furia brotaba de los que al llegar al cajero se encontraban con que estaba vacío. El 3 de diciembre comenzó a regir el decreto del “corralito” pero ya no había ni un mango en la calle. Días después comenzaron los saqueos a los supermercados. Los diarios decían que una de cada tres personas eran pobres en el Gran Buenos Aires.

Mamá vuelve a casa más temprano. Su jefe hizo retirar a todo el personal antes por el caos en la calle. La abrazo. Me cuenta que un policía al grito de: “
¡Cuerpo a tierra!”, la confundió con una manifestante y tuvo que esconderse en un garage. Me río, ella también. Miramos la tele y vemos cómo De la Rúa escapa en helicóptero.


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miércoles, 2 de diciembre de 2009

“Con Andy nos estamos encontrando como capitán y marinero”

Se describe como alguien lúdico y algo aniñado en ciertas cosas. Fanático del cine de terror, desde los 11 años se dedica a realizar productos audiovisuales. Hace un año que trabaja en el programa radial de Andy Kusnetzoff, Perros de la Calle, y afirma que le está encontrando el gusto.

Como un niño. Berta posa junto a sus ídolos de la infancia Carozo y Narizota y su compañero radial, Andy Kusnetzoff.


Parece distraído. Mira por la ventana, absorbe el aire cálido que sale del exterior mientras la gente trata de acomodarse en el ango sto pasillo del colectivo de la línea 42. “Al final la bicisenda nunca funcionó”, comenta de la nada y señala con el índice los autos estacionados sobre el par de líneas blancas que suponen un tránsito sin obstáculos para todos los ciclistas. “Voy a anotarlo para hablar en el programa”, agrega y saca del bolsillo su celular. Dice que el diario lo aburre “atómicamente” pero que la política, en cambio, no lo disgusta.



Sebastián “Berta” Muñiz es el integrante más reciente del programa Perros de la Calle de Andy Kusnetzoff en la radio Metro que ya suma ocho años de aire. Se unió hace un año cuando Sebastián De Caro, uno de sus grandes amigos y compañero de aficiones, decidió irse del programa.

- ¿Qué se siente ser el nuevo del programa?
- Me subí a un barco que ya venía navegando. De un viaje de Río de Janeiro a Indochina, me subí en Sudáfrica. Es un programa que ya tiene su propio público y formato y me subo desde donde puedo, amoldándome. Estoy acostumbrado a ser el capitán del equipo, suelo ser muy exigente y en Perros... ese trabajo lo hace Andy. De a poco nos estamos encontrando como capitán y marinero. Recién ahora puedo decir que me siento cómodo.

Básicamente es actor. Cada palabra tiene su propio gesto, ejemplo inusual o metáfora de la navegación. Admite ser “un poco aniñado” a los 31 años y destaca la importancia de lo lúdico para encontrar una mirada diferente a la vida.

Vos sos...

“Berta”, lo bautizó un día un compañero del secundario terriblemente inspirado luego de ver una película pornográfica llamada Berta, la gorda perversa. Sebastián protestó pero terminó rindiéndose ante la originalidad de su apodo. Pocos años despúes, con apenas 21, llegó a ser uno de los conductores de MTV luego de que el público lo consagrara a través de una votación por Internet.

Todavía recuerda la época en la que lo iban a buscar en limousine a la puerta de la casa de sus padres y viajaba a las entregas de premios en Estados Unidos. Ahora viaja en colectivo a la radio y a pesar del amontonamiento de gente dice no quejarse. Tiene una actitud muy relajada (probablemente muy nutrida por su hermana menor, a la que describe cien por ciento zen) ante los giros bruscos y los empujones característicos del transporte público. Vivir en la República Separatista de Haedo (sic) tiene su precio.

La república del West

“No podría no vivir en Haedo porque es tranquilo, conozco a los viejos de la esquina y mi tía vive a tres cuadras de mi casa. Ahí me siento protegido, la Capital me abruma mucho”, asegura. Resulta difícil de creer para alguien al que constantemente le dicen:

- ¡Sos re alto! ¿Cuánto medís?
- Un metro 93- contesta con una sonrisa asintiendo con la cabeza.

Llegó a pesar 150 kilos pero ahora es sólo un recuerdo en forma de tatuaje en su cuello y en las películas que filmó con FARSA, la productora de cine de género (ciencia ficción y terror) que creó con sus amigos haedenses cuando no alcanzaba la mayoría de edad.

Con el personaje de John West, un luchador de catch con ajustadas calzas atigradas y sombrero cowboy, supo convertirse en uno de los mayores héroes del cine de clase b. Plaga Zombie fue el primer largometraje que protagonizó y participó como guionista. El presupuesto: $167 pesos, una cámara vhs y la idea fija d e matar seres putrefactos.

- ¿Qué es lo que más te atrae del género de terror?
- Me gusta que el género no sea lineal. A pesar de que en la Argentina está visto como un género de menor calidad creo que es porque muchos no saben interpretar las segundas lecturas interesantes.

*
Todo comenzó con un “Bueeenoo, me llevo la cámara”. El papá de Sebastián no llegó a entender en el momento que la filmadora recién comprada no iba a ser para grabar sólo las ocasiones familiares, mucho menos que años más tarde su hijo pudiera vivir de la actuación. “Mi viejo me reclamaba que era él quien me pagaba las clases de teatro y yo hacía que no importaba. Recién ahora tomo conciencia del esfuerzo que hizo para que estudiara y de lo que logré en todo este tiempo”.

Con el último libro de Fernando Savater bajo el brazo, Historia de la filosofía. Sin temor ni temblor, asegura que para él la salvación es ayudar a los otros. “Me gusta colgarme a hablar con gente para saber quién es”, ser una especie de nexo coordinante de los sueños de la gente que conoce. Con el lema de “cuando más difícil, mejor”, Berta encuentra el camino que alienta su curiosidad.